miércoles, 14 de junio de 2017

¿Cuántas muertas más?



Si conozco a mi especie y conozco a mi género, debo decir con toda la pena que me da un asunto de este tamaño, que no creo que algún día termine esta pesadilla de violencia contra las mujeres, que no creo que los gritos de NI UNA MÁS tengan efecto. Me resulta muy jodido decirlo pero así lo creo. Todavía más, cuando veo que la justicia no existe.

Sobretodo cuando los medios y la sociedad seguimos repitiendo los mismos estereotipos de género con los mismos prejuicios que condenan a la mujer por cualquier cosa. Si las putas se convierten y se multiplican a la menor provocación, pero las santurronas tampoco son bien vistas, “si no son mas que moscas muertas, luego luego se ve”.

Los instintos básicos son eso y no pueden cambiar. No puedo dejar de mirar las magníficas nalgas de una bella mujer, mucho menos si viene resaltada en unos entalladísimos pantalones y con tacones altos. Es algo hermoso de ver, por qué no habría de mirarlo. Pero hasta ahí. Mirarlo y admirarlo sin importar que me crean un pervertido.

He dicho que no creo que el acoso y la violencia se acaben, mucho menos si hay tantas mujeres que se exhiben como mercancías, que creen que lo único valioso y llamativo que tienen son unas tetas grandes. Pero quiero penas ejemplares para aquellos que se atrevan a transgredir la paz de una mujer, para los que en su estupidez se atrevan a tocarlas sin su permiso, quiero que castren a violadores, aunque si soy sincero preferiría que los mataran.

Quiero castigos ejemplares para cerdos de mierda y trato digno para mujeres desafortunadas. Ellas no se lo buscan. Quiero que los imbéciles calenturientos se la piensen bien antes de pensar siquiera en hacerle algo a una mujer.


Pienso en Valeria Gutiérrez Ortiz (11 años) y se me hiela la sangre. Pienso en sus padres y en el trato que recibieron después de algo tan traumático y me da rabia. Pienso en las mujeres de mi vida y me da miedo.

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