Ya no puede uno caminar por la calle con
libertad como lo hacía antes, antes de los teléfonos ¿inteligentes? y el
nauseabundo brote de memes sobre la más estúpida simpleza.
Ya no puede uno vestirse como se le dé la
gana sin saber si a alguna persona le parecerá gracioso tu aspecto o si
considerará que eres igualito al personaje de la televisión.
Si te caes o tropiezas en público, existe
la posibilidad de que alguien te haya inmortalizado en esa pose desastrosa que
a él le parece genial para decir alguna estupidez y compartirla. Además del
dolor físico sufrido.
Ya no somos dueños de nuestra intimidad,
salvo en nuestra casa y con las ventanas cerradas. Desde cualquier ángulo
alguien puede tomarte una foto o grabarte para después mofarse a placer por
internet. Simplemente porque le dieron ganas de hacerlo.
Así se ha vuelto este mundo, todos podemos
ser el nuevo objeto de burla.
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