lunes, 22 de diciembre de 2014

El fantasma de las navidades pasadas.


Cuando era niño, siempre pasábamos la navidad en casa de mis abuelitos (mis abuelos maternos, la otra, era la casa de mi abuelito Chucho, porque mi abuelita ya había muerto), y era uno de mis días favoritos en el año. Llegar alrededor de las siete de la noche, con una piñata, y lo que le hubiera tocado llevar a mi madre. Una vez que todos estuvieran, comenzar a romper las 7 u 8 piñatas, entre cantos y risas. Siempre con los ojos vendados, al ritmo del “dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino”.

Después de barrer los tepalcates que habían quedado, ya todos con su botín de dulces y cacahuates (tenía varios primos más grandes y más avispados, además era yo muy enclenque, como para poder pelear por una buena cantidad de dulces, pero me contentaba con los que lograba juntar), pedíamos la posada. A mí siempre me ha gustado estar afuera y ser de los que piden la posada en el nombre del cieeeeeeelo. Para una vez dentro de la casa, arrullar al niño y rezar la letanía (a dios gracias mis tías no son de rezar rosario en las posadas). Luego los regalos: el intercambio de regalos, que básicamente era el único regalo, porque los de nuestros padres ya nos los habían entregado en nuestra casa.

Luego de todo esto, pasar a cenar: el delicioso Bacalao a la vizcaína de mi abuelita, también Romeritos y Revoltijo, casi nunca pavo o pierna. Y así, entre deliciosa comida, cervezas, tequilas y ponche con o sin piquete, y muchas risas entre pura gente querida, la Nochebuena nos acompañaba a ser felices, hasta que decidiéramos terminar esa bella noche. Entre más crecimos más fue el desvelo, hasta que a veces, los rayos del sol nos encontraban aún de pie, aún contentos, y, un poco o un mucho ebrios.

Lo mejor de todo, era que después de navidad, mis hermanos y yo nos quedábamos 4 o 5 días más en casa de mis abuelitos, y pasábamos días muy felices al lado de nuestros  primos y nuestros abuelitos, jugando todo el día, como los niños afortunados pueden hacer.

Eran días de pura dicha y felicidad. Días de infancia y navidad. De juegos y más juegos. Pero como todo lo bueno, también se acabó. Así es esta puta vida.



jueves, 18 de diciembre de 2014

Cinito navideño


Dado que soy una persona cursi, a la que también le gusta mucho el cine, tengo predilección por ciertas películas navideñas, ciertas películas que me gratifica ver, algunas, me siguen emocionando, casi como si siguiera siendo chamaco. Qué le vamos a hacer, si así soy.

Empezando por “Mi pobre angelito” 1 y 2 (Home alone) que veía con mis hermanos cada año, desternillados de risa, y que me sigue divirtiendo; pasando por “Milagro en la calle 34”, la versión reciente por supuesto; “Santa Cláusula”, con un guión que me parece impecable, y más recientemente, “El expreso polar”, una historia fantástica, en un alarde de animación en motion capture y Tom Hanks interpretando 5 personajes.

También debo nombrar “Hombre de familia” (Family man) que cada que pesco en la tele me quedo viéndola, igual que “Realmente amor” (Love actually) y “El descanso” (The holliday), que además son comedias románticas, ambas con elencos impresionantes. Hay una más, basada en hechos reales, sobre la conmovedora interrupción de la primera guerra mundial en una de sus trincheras, para poder celebrar la noche buena: “Noche de Paz” (Joyeux Noël).


Y si bien mi moneda tiene un lado cursi, por el otro, tiene a un pervertido amante de la violencia gráfica y el humor negro. Así que entre mi selección de cine navideño, también se cuenta “Bad Santa”, que aquí bautizaron con el infame: “Un Santa no tan santo”. La historia de dos delincuentes personificados en Santa Clos y su duende, que roban la tienda para la cual trabajan la época navideña. Un Santa Clos ebrio, drogadicto y malhablado, amante del sexo con mujeres pasadísimas de peso, sin ningún anhelo en la vida, antítesis del bonachón personaje todo ternura. Aunque también tiene su dosis navideña de esperanza.

Una aclaración pertinente: sólo es para adultos.


viernes, 12 de diciembre de 2014

Casualidades (caminando entre gigantes)


Soy Ultraversal por una casualidad, una muy afortunada casualidad. Pero creo que las grandes amistades y los grandes amores resultan por lo mismo: una afortunada casualidad. Las grandes películas, también relatan lo posterior a un gran encuentro fortuito, una casualidad.

Conocí a Jorge Ángel Aussel por pura casualidad. De la misma forma que me asocié a Blogs en español. Por igual razón, me acababa de conectar, cuando Jorge abrió un debate sobre el uso del + y los comentarios, en el que me pareció bien dar mi opinión. Ahí también conocí a Gavrí Akhenazi.

Y bueno, algunas semanas después, ambos me invitaron a participar en la Comunidad que habían creado: Ultraversal. Una Comunidad donde sólo se pedía que uno se involucrara con los demás miembros, que no la usará como un escaparate solamente, la vitrina desde donde dices: Mírenme, y maravíllense con mi grandeza.

De eso hace poco más de un año. El resto es historia. Una linda historia. Escribí esto para ustedes, no estuvo en el foro, porque habría arruinado la sorpresa.


Aquí voy, caminando entre gigantes:
algunos monstruos, de letras casi mágicas;
buenos amigos, poetas dadivosos,
desinteresados amos del lenguaje.

Aquí voy con mis letras tan pequeñas,
emisarias de lo que hay en mi cabeza;
mis ideales y hasta mis perversiones,
se codean: orgullosas, tan contentas.

Y entre letras, amigos he encontrado,
camaradas amantes del lenguaje,
compañeros, genuinos compañeros,
con quienes escribir es más gratificante.

Estas letras humildes celebran la amistad,
la camaradería de gente tan diversa,
pero unida toda en una misma idea:
me involucro, no sólo quiero que me vean.


Brindemos pues.

Que gran casualidad que es esta vida
- compañero de todos -
y que casualidad que sea tan grande
que se nos desparrama entre las manos
mientras la recogemos como un fruto
maduro en nuestra boca cualquier día.

Somos de la casualidad cada segundo
y jugamos a ser mujeres, hombres
y niños,
soñadores de más casualidades.

Yo no creo en la suerte
porque se me agotó sin apenas sacarla
de ese verde envoltorio en que venía,
pero me creo en ti porque te creo.

Un abrazo Gil- dardo justo en la diana😜


                             Vicente Antón Vives.

martes, 9 de diciembre de 2014

Carta...


¿Cuánto vale una promesa? Una promesa de amor eterno, de amor incondicional; de amor, pase lo que pase. ¿Cuánto abarca un pase lo que pase? Por mi experiencia puedo decir que nada, la promesa no vale un carajo si alguna de las partes decide olvidarla o pasarla por alto. ¿Por qué se acaba el amor? Causas hay para aventar pa arriba.

Vivir un día tras otro. Amar un día tras otro. Pelear algunos días, ojalá los menos posibles. Reír cada que se pueda, sin taparnos la boca, sin importar quien nos mira. Vivir a nuestro modo, con todas nuestras carencias, nuestros traumas, nuestras frustraciones, y algunas heridas aún abiertas, de esas que tardan en hacer costra.

¿Y tú por qué crees que seríamos diferentes a las demás parejas? ¿Qué nos hace especiales? Somos dos ordinarias personas a las que el deseo también se les duerme. Dos personas con las que la vida juega, pero intentamos jugar en ella. No ser infelices, al menos.

Consciente estoy de que el amor se convierte en costumbre, no creo que eso sea malo. La pasión vive poco, pero afortunadamente, aparece en ocasiones especiales trayendo a la lujuria junto a ella, se apoderan de ambos, y el sexo vuelve a sentirse salvaje y tierno a la vez, en ese momento en que un solo cuerpo suda y gime por igual. Por eso no dudes en ponerte esas botas que tanto me prenden y menéame las nalgas que quiero morder, con tu pena guardada junto a tus prejuicios; esos no sirven para nada.

Y déjame amarte mientras esto dure. Yo quiero que sea mucho tiempo.



lunes, 1 de diciembre de 2014

Vida fantástica


Cuando era pequeño el mundo parecía un lugar fantástico. Un increíble lugar donde por ejemplo, tus dientes eran tomados por el Ratón de los dientes a cambio de unas monedas; y si te portabas relativamente bien, el Día de Reyes serías recompensado con juguetes ( a mis hermanos y a mí nunca nos trajeron los juguetes que pedíamos, pero aun así éramos infinitamente felices el 6 de enero) traídos mágicamente por tres inmortales reyes. Un hombre de gran barba blanca recorría increíblemente el mundo en una noche, llevando obsequios a los niños: a nosotros nos traía ropa, porque los juguetes los traerían los Reyes. De igual forma si nos portábamos mal, el coco nos molestaría en sueños, así que nos encomendábamos a nuestro angelito de la guarda para que velara nuestros preciados sueños. El mundo era un mágico lugar donde todo era posible.

También nos contaron la historia de Jesús, el hijo de dios. Otra historia fantástica. Nació de una mujer que a la vez era su madre y su hija, era nuestro dios y nuestro hermano al mismo tiempo y debió morir para salvarnos. Mientras vivió realizó muchos “milagros”, como aparecer comida o revivir muertos.

Vivíamos entre estrellas fugaces que concedían deseos y ángeles protectores que cuidaban nuestro andar.

Un mal día todo acabó. Nuestros padres encarnaban a todos esos queridos seres fantásticos que tanta ilusión nos provocaron. Ellos compraban la ropa y los juguetes, ellos ponían las monedas bajo la almohada. Incluso el coco era una maquiavélica invención. No importaba qué tan buen niño eras, sino qué tanto dinero poseían tus padres.

La realidad suplantó a la fantasía, pero no del todo. Todas las historias religiosas seguían siendo verdaderas: la magia de dios era real mientras que la de los Reyes Magos era una charlatanería. Las estrellas fugaces no concedían deseos, pero Jesús, su madre la Virgen o san Judas, si tenían esa cualidad. Sólo había que tener fe.

Supongo que por eso hay quien dice que dios es el Santaclós de los adultos.